La manifestación tuvo como comienzo a un costado de la Casa de la Cultura, en el centro de la ciudad, donde se conjuntaron grupos de diversos tipos para unificarse en una sola figura estética tal cual es la imagen de payasos, mimos, malabaristas y bailarines.
Todo un complejo que reflejara en primera instancia la simbología neta que trae en particular un circo: la alegría, un Circo Alegría.
El recorrido se generó por la calle Venustiano Carranza, al ritmo de tambores, palmadas, cantos y gritos de protesta. El grupo se detenía de vez en vez para que los chavos de Capoeira pudieran bailar, o los malabaristas lanzaran las jaras para motivar a los asistentes.
También se presentaron varios “performance” alusivos a las corridas de toros y una presentación de baile folklórico de una amiga que nos regalo para goce de todos los espectadores.
Así y después de entrar por un costado del Jardín de San Marcos y por todo el andador principal de la Feria de San Marcos, llegamos hasta las afueras de la Monumental Plaza de Toros, donde se presento una representación de la fatídica muerte de un toro a manos del torero y donde se muestra el anticuado circo romano del que parece prevalecer esta lastimera costumbre.
Las corridas de toros son un acto éticamente deplorable que solo deja de entre visto el inconsciente y brutalidad que ataña aún a muchísimos grupos sociales actualmente, al margen de otras especies de vida, siendo formas de pensamiento neófitas y degradantes que se pensaba en el humano tener entendimiento completo de tales, sin embargo la historia ha demostrado no ser así, y servir de poco ante los miles de ejemplos que en ella se encuentran.
Me permito finalizar este breve comentario con una última reflexión de nuestra manifestación: Así es como tratamos a nuestro padre, así es como tratamos a nuestros hermanos, así es como tratamos a nuestros hijos, así es como pretendemos tratar a nuestra madre la Tierra…
Atte. Yarvix
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